Libros.

Wednesday, September 20, 2006

Y todos íbamos a ser Fuguet.


La Columnista leyó Mala Onda y quedo logga, lo suficiente como para traicionar el latinoamericanismo literario y dejar de lado el realismo magico, casi como pasarse al partido socialista según algunos.

Gabriela Mistral debe estar sacudiéndose en su tumba; nadie ocupa otro verso para citarla que no sea ese, y peor aun, siempre que se lo usa es para graficar algún mal chisteo una ironía, como en esta ocasión. Es que, seamos claros, era bastante fome la señora; probablemente se lo merezca.

Bueno, bueno, quizás en este caso la ironía no lo sea tanto (tal vez sea solo un mal chiste), y tenga algo de verdad, al menos en el deseo de que en un universo paralelo, donde nadie conozca al autor de Sobredosis y Mala Onda (entre otras), alguno de nosotros pueda adueñarse de su estilo, su vida, su plata, sus lentes, su pinta de ñoño, su perfecto ingles, su película (y las próximas que el maldito haga) y sus libros.

Mi idea no es, en ningún caso, fundar una religión cuya divinidad sea este tipo (lo cual seria bastante patético. No me imagino adorando a un individuo con esa imagen ñoñezca; no es para nada inspirador. Seria como si a algún grupo de dementes se les ocurriera crear una “religión” dedicada a un astro del fútbol panzón y en decadencia. Menos mal que esas cosas no pasan en la realidad... o si?), ni hacer un fun club, un club de amigos de Fuguet, pero si, pese al sano y abundante orgullo, reconocer que más de alguno a deseado escribir como este escritorcillo de cuarta categoría... Okey, okey, no hablo en serio, en realidad creo que el tipo es “seco”, como dicen los lolos de hoy. A pesar de mi xenofobia antiimperialista, a él le perdono haber vivido hasta los catorce años en gringolandia, y lo que es más alarmante, puedo soportar que hasta la extrañe y compare con esta larga y estrecha faja de tierra tercermundista, casi nunca favorablemente. Debe ser por que también desprecio a este país.

En fin, ya tendré tiempo de hablar de eso. Ahora volvamos a lo nuestro: como decía, me atrevo a afirmar que la mayoría lectora de Fuguet, aunque sea esporádica, ha experimentado el placer culpable de imaginarse en el pellejo de este, ya sea como escritor, critico literario, o director de cine, para los más ambiciosos. Imaginarse siendo el joven prodigio, la promesa y hasta el objeto mental de la masturbación de las adolescentes (“hay minas que se tocan pensando en Fuguet”, cuenta la leyenda), es algo inevitable, rendidor.

Es esa cosa en común que conecta al lector que se ubique entre, qué se yo, los quince y los treinta y tantos años, la que nos lleva a envidiarlo un poco (o mucho) por saber decir lo que todos sabemos, lo que presenciamos todos los días en la fauna chilensis urbana. El hecho de pertenecer a esa nueva corriente de escritores y de cine chileno (Play, Se Arrienda, Paréntesis) por dar algunos ejemplos, que parece autocondenarse a enfrentar la realidad tal como es, sin hipocresías cartuchas, aceptando que la sociedad chilena ya perdió la virginidad hace rato, nos hace sentirnos, en menor o mayor grado, identificados con su actitud de “el mundo como venga”; ya sin utopías ni denuncia social directa (lo toma fue un lapsus, o una prueba de que podemos pensar mas de otra cosa), porque ahora es la clase media alta la que habla (ya no son los barrios marginales), que viene siendo el caldo de cultivo del mundillo artístico chileno; al menos el visible, el que, aunque sea por algunos segundos, de vez en cuando aparece en los medios.

Vamos, asúmalo, si hasta el gobierno lo avala: Sobredosis está incluido en el currículo de contenidos obligatorios para tercero medio. Los muy ingenuos creyeron que mostrar las malas experiencias de unos cuantos drogadictos o aficionados, iba a prevenir el consumo de drogas en los alumnos (como Éxtasis, de Carlos Cuauhtémoc, debía hacerlo con la promiscuidad sexual). CRASO ERROR: el tipo que enganche con el libro seguirá leyendo el resto (Mala Onda, Por favor rebobinar, Tinta Roja, Cuentos con Walkman y McOndo ...) y descubrirá el atractivo mundo de la gente con plata que jala de vez en cuando, y que, por cierto, es expuesto sin ninguna intención de dejar moralejas, por que Fuguet no es moralizante ni inspirador, tampoco altruista. A fin de cuentas, es un cuico de tomo y lomo. Después de todo, quizás más adelante podremos decir que todos íbamos a ser Fuguet, pero puta, algo pasó, y por suerte no lo fuimos.


Por Zuripanta